Archer Huntington, filántropo y fundador de la Hispanic Society of America, conoció por primera vez al pintor valenciano Joaquín Sorolla en París en 1911. De ese primer encuentro surgió el mayor encargo de la carrera del artista. Huntington, que desde muy joven poseía un profundo interés por el mundo hispano, pidió a Sorolla una serie de óleos sobre la vida en España llamados Vision of Spain para el nuevo museo de la Hispanic Society en Nueva York. Inicialmente, el filántropo había concebido que los cuadros reflejaran la Historia de España. Sin embargo, a Sorolla no le convenció la idea y optó por una representación de las regiones del país destacando sus costumbres y trajes regionales típicos, y llamarla The Provinces of Spain.
«Este encargo se comerá los mejores años de mi vida», predijo Sorolla en 1911. Y tenía razón. Le esperaban ocho años de trabajo febril para poder completar los 14 cuadros que le encargaron. Durante ese tiempo, el pintor valenciano recorrió toda España buscando los paisajes que deseaba plasmar para la metrópolis estadounidense. En concreto, fue a Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia, Andalucía, Extremadura, Galicia, Guipúzcoa y Castilla y León. A pesar de la inmensidad de los lienzos, Sorolla pintó todos menos uno en plein air, es decir, al aire libre. En cada lugar intentaba captar la riqueza regional pintando a modelos que posaban con los trajes locales. Cada mural celebraba el paisaje y la cultura de la región.
En 1917, según admitió, estaba agotado y completó el panel final en julio de 1919. Tanto Sorolla como Huntington señalaron que la serie representaba una España que ya estaba «a punto de desaparecer». Desgraciadamente, los cuadros que Sorolla consideraba su obra cumbre no se mostraron al público en la Hispanic Society hasta 1926, tres años después de la muerte del artista. Sin embargo, sus obras produjeron una revolución en Nueva York con su representación de la riqueza cultural española: los trajes oscuros de los penitentes de Semana Santa, las fiestas del norte del país, los toreros saludando al presidente de la corrida y ese mar azul que tanto caracterizó los cuadros de Sorolla. Ahora es posible sumirse en los paisajes más ricos de España en un salón de un museo en Nueva York.