Autor del libro España, el aliado decisivo, Rafael de Ory ha dedicado esta obra The Hispanic Council. Un gesto que nos enorgullece y nos anima a seguir por la senda por la que él también camina a título personal, que es la de «la defensa de la verdadera huella de nuestros antepasados en tierras americanas».
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Rafael, ¿qué significa afirmar que España fue el «aliado decisivo» de los rebeldes para la independencia de Estados Unidos?
Los EE.UU. de Norteamérica deben en gran medida su independencia de la corona británica al Reino de España y sin su contribución –financiera, material, logística y militar– es muy posible que dicha independencia no hubiera sido posible, al menos no en la forma y en el tiempo que finalmente tuvo lugar. Sin la intervención española la Independencia Norteamericana habría sido diferente y la nación que hubiera nacido –con toda seguridad mucho más tarde- habría sido muy distinta.
En definitiva, España fue, junto con Francia, el aliado decisivo para que las Trece Colonias consiguieran su independencia de la corona británica.
Aunque el activo soporte financiero, material, logístico y de servicios de inteligencia ofrecidos por España fue muy relevante, la verdadera y decisiva importancia de la entrada en la guerra de los españoles el 21 de junio de 1779 fue la de conseguir, junto con los franceses, equilibrar las fuerzas navales inglesas, anulando su dominio de las comunicaciones marítimas atlánticas con el consiguiente bloqueo de suministros, e impedir, con la apertura de varios frentes bélicos en América y Europa, una concentración británica decisiva sobre el objetivo principal de la guerra para los ingleses: las Trece Colonias en el Nordeste de los EE. UU.
En definitiva, el mantenimiento de una guerra en diversos frentes del territorio europeo y, de manera especial, en territorio americano se convirtió para Inglaterra en un desafío imposible.
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«Tan importante como decir la verdad es difundirla». Te haces eco de esta cita de Américo Castro en las primeras páginas de tu obra. ¿En qué momento descubres tú esta historia y la percibes como verdadera?
Mi relación con el continente americano es amplia y dilatada en el tiempo. Comenzó durante los años 1970-71 cuando, tras terminar mi carrera en España, obtuve una beca de ampliación de estudios en la Universidad de California, Los Ángeles. Continuó cuando, al poco de tiempo de iniciar mi actividad profesional, asumí la responsabilidad de América Central y del Sur para mi empresa de entonces. Y hubo finalmente una tercera etapa, esta vez con responsabilidad sobre el mercado norteamericano, que nos llevó a toda la familia a residir en EE.UU. durante más de 10 años.
Durante estas múltiples visitas y estancias en el continente americano me encontré con frecuencia involucrado en inesperados debates de mayor o menor intensidad sobre la conquista española de las Américas. Me topé múltiples veces con la leyenda negra antiespañola en sus distintas variedades repitiéndose, una y otra vez, la nada agradable experiencia de no sentirme capacitado para debatir, y mucho menos para defender, el papel jugado por España en la conquista de América por carecer de la información y argumentos necesarios.
Desgraciadamente, este grave defecto parece continuar perpetuándose en generaciones posteriores, la del COU, ESO y la mayoría de los programas educativos que han venido a continuación.
La solución a este problema, aunque si bien es cierto que con un poco de retraso, creo que lo tenemos al alcance de nuestra mano. Solo necesitamos estimular un poco nuestra curiosidad y sentarnos a leer y escuchar las palabras que todo un conjunto de historiadores y cronistas de prestigio contrastado nos han legado en sus obras y dejarnos inundar por la oleada de realidad histórica y científica que sus textos contienen.
A mí ese momento me llegó con mi jubilación cuando finalmente pude poner en practica la recomendación que ya en 1915 nos hacia el historiador americanista Rafael Altamira desde su exilio en México:
Pero a nosotros toca no olvidar, fiados en la obra ajena, una cosa esencialísima en estos asuntos: y es que la manera eficaz de vindicar nuestra historia en todo lo que deba ser vindicado, consiste en saber de ella más y mejor que los que puedan tener, en cualquier momento, interés de contrahacerla, o simplemente carezcan del de mostrarla tal como fue en todos sus aspectos. Mientras nuestro conocimiento de lo que hicimos en cualquier orden de nuestra vida interior o exterior dependa de los libros extraños, nos encontraremos en una enorme inferioridad para intervenir en la polémica. Conquistemos en esto nuestra independencia mediante una persistente labor, y el resto se nos dará por añadidura.
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La leyenda negra es un tema que te acompaña a lo largo de la obra. Tu propósito, como el de muchos otros, es combatirla. ¿Se está consiguiendo en los últimos años, gracias al esfuerzo de muchos de vosotros y del impacto que tienen las redes sociales, de contrarrestar la balanza?
Es evidente que en los últimos años se han logrado importantes avances en este terreno gracias a la valiosa contribución de toda una pléyade de autores tanto a nivel escolar como de divulgación. Entre los primeros me permitiría destacar obras como ‘Imperofobia y la leyenda negra: Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio Español’ de María Elvira Roca Barea o la trilogía de Marcelo Gullo.
Pero creo que nos queda todavía un gran camino por recorrer.
La leyenda negra no se puede combatir con la leyenda rosa. El mejor argumento contra la leyenda negra es la historia verdadera, una historia enseñada con rigor que explique porque permanecimos integrados de buen grado y con evidentes beneficios políticos, sociales, culturales y económicos más de 300 años en una misma comunidad política bajo el paraguas del imperio Español. Pero es fundamental que esta historia sea enseñada en todos los niveles, desde primaria hasta estudios de postgraduado, con la profundidad que corresponda a cada etapa educativa. Sociólogos y educadores coinciden en el preocupante deterioro del nivel de exigencia y del vaciamiento de contenidos de los planes educativos de las últimas generaciones. Y una parte importante de este vaciamiento está siendo sustituido, en lo que a la historia de España se refiere, por falsedades e invenciones en su mayor parte de sesgo nacionalista. Queda mucho por hacer en este terreno.
Junto a la responsabilidad de los sistemas educativos, sobre los que uno no puede evitar ser bastante escéptico, está también la de la sociedad civil, empezando por el ámbito familiar y continuando con asociaciones e instituciones como la vuestra.
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Han sido varios ya los autores y expertos que han divulgado sobre el apoyo tan determinante que desempeñaron los españoles en este momento histórico, pero cada trabajo arroja luz sobre algo nuevo. ¿Cuál ha sido el descubrimiento que más te ha sorprendido durante la investigación y elaboración de tu libro?
Por una parte, me ha proporcionado una importante perspectiva de conjunto del crucial acontecimiento histórico que representó el nacimiento de los EE.UU. de Norteamérica. Desde su origen, claramente identificable en los Pactos de Familia de las monarquías borbónicas de Francia y España y en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), hasta su epílogo con el nacimiento de la nueva nación tras la pérdida británica de las Trece Colonias, el advenimiento de la Revolución Francesa con la consiguiente desaparición de la monarquía y el comienzo del declive del Imperio Español que eventualmente desembocaría en su desaparición en 1898.
Pero también me ha dado la oportunidad de calibrar la importante aportación, fundamentalmente económica, de la sociedad civil española de la época: cabildos catedralicios, comunidades religiosas, asociaciones de comerciantes y ciudadanos de a pie de ambos lados del Atlántico, entre otros muchos.
Ejemplos interesantes de estas contribuciones son las aportaciones de los cabildos catedralicios, y en particular el de Málaga -que envió a las Trece Colonias el presupuesto reservado para completar la catedral: ‘A la Catedral de Málaga le falta una torre’– así como la de los comerciantes de La Habana que consolidaron en menos de 48 horas un préstamo de 500.000 pesos -devuelto, con intereses, por el Gobierno español en cuestión de días- que permitió a la escuadra francesa del Almirante De Grasse, atracada en aquel momento en el puerto de La Habana, incorporarse a tiempo a la decisiva batalla de Yorktown con la que terminaría la guerra de la independencia de las Trece Colonias.
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¿Por qué consideras que se ha tratado tan injustamente la presencia española en Estados Unidos? Y, ¿a qué crees que se debe que, a pesar de todo, siga siendo una época tan desconocida para muchos de los españoles hoy en día?
Una parte importante de este problema se debe a que la historia de los EE.UU. la han escrito, mayoritariamente, historiadores anglosajones que han trasladado a sus obras los prejuicios de la leyenda negra, bien sea de forma activa –con innumerables distorsiones y falsedades producto de una ignorancia real o fingida- pero también de forma pasiva omitiendo hechos históricos esenciales para entender la contribución y legado español en los actuales EE.UU. y de las cuales el tema de mi libro constituye un buen ejemplo.
Lo cierto es que el ciudadano promedio norteamericano desconoce la realidad de los orígenes de su propia nación. Son muchos, la mayoría, los que creen que la historia de los Estados Unidos comenzó con los Peregrinos anglosajones (‘The Pilgrims’) que llegaron a Plymouth Rock en 1620 huyendo de las persecuciones religiosas de la Inglaterra de entonces. Eso es lo que les han enseñado desde niños, y son pocos los que tienen alguna noción de la inmensa aportación española que comenzó más de 100 años antes, principalmente en la segunda década del siglo XVI, con el despliegue de una corriente incontenible de exploradores, conquistadores y misioneros en las costas del Atlántico y el Pacífico, del golfo de México, y más allá por las extensas honduras del territorio de lo que hoy son los Estados Unidos. Ignoran la soberanía española de más de trescientos años sobre territorios que abarcaron desde Carolina del Norte en la costa Este norteamericana hasta Alaska en el extremo Noroeste del subcontinente incluyendo los actuales estados de California, Arizona, Nuevo México, Texas, Alabama, Mississippi, Arkansas, Kansas, Florida, Luisiana , Virginia, Georgia, Carolina del Norte y del Sur, Tennessee, Oklahoma y Nevada.
Los testimonios que demuestran el desconocimiento de los estadounidenses sobre la realidad de la construcción de su país son numerosísimos y están al alcance de cualquiera que muestre un mínimo interés en el asunto.
Vaya como muestra, y solo a título de ejemplo, una experiencia personal reciente.
El periódico ABC publicó el 6 de junio de 2022 un artículo de César Cervera titulado: ‘Así se enseña a odiar a los conquistadores españoles en un colegio de EE.UU: las fotografías de la vergüenza’
En el artículo el periodista informa sobre cómo un colegio católico, ubicado en la ciudad de Miami, utiliza en una clase de historia para alumnos de primaria el empapelado del aula con imágenes de busca y captura, al más puro estilo de los antiguos posters con ofertas de recompensa del salvaje oeste, contra los ‘criminales’ conquistadores españoles.
Los carteles muestran retratos de los principales conquistadores de América junto a los supuestos crímenes por ellos cometidos, una descripción de sus rasgos, el último lugar donde fueron supuestamente avistados y la ‘recompensa’ que se pagaba por su captura.: desde los 7.000 dólares por Francisco Pizarro a los 25.000 por Juan Ponce de León.
En el cartel con la imagen de Juan Ponce de León, precisamente descubridor de la Florida, donde se ubica el citado colegio, se dice que fue visto por última vez «huyendo de los indios con una flecha en la pierna», que fue «responsable de la muerte de muchos nativos americanos» y se especula con que «encontró la fuente de la eterna juventud». Así se resume en un colegio norteamericano toda la labor exploradora del español, un personaje, por otra parte, esencial para entender la historia de Florida.
Uno no puede evitar el pensar que es muy probable que este colegio católico no existiría hoy día de no ser por la abnegada e incansable labor de los misioneros españoles que en su día formaron parte fundamental de las expediciones españolas. Por cierto, tras la lectura del referido artículo dirigí una carta personal al director del colegio mostrándole mi decepción por el planteamiento de esta actividad escolar, que yo consideraba ‘sesgado, injusto, incompleto y en cualquier caso históricamente incorrecto’ y ofreciéndome a reunirme con los profesores responsables de la misma para ayudarles a conocer mejor la realidad del papel jugado por España en la creación de los EE.UU. El director me respondió que esos posters eran solo parte del material didáctico usado en la clase y que a los alumnos se les ofrecía una visión más completa del tema. Nunca tuve repuesta a mi petición de una copia de ese otro material ‘más completo’ supuestamente también usado en la clase.
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Ferrer-Dalmau está muy presente en toda tu obra. Uno de sus cuadros ilustra la portada y otros muchos aparecen incluidos entre tus páginas. ¿Qué te transmiten los cuadros de este autor?
Los cuadros de Augusto Ferrer-Dalmau, también conocido como el Pintor de Batallas, con su prodigiosa técnica realista, su extraordinario rigor histórico y su admirable ausencia de complejos para recuperar estampas de nuestra larga y rica historia, hacen sentirme parte de las escenas que con tanto talento ilustra.
Afirma Ferrer-Dalmau en referencia al cuadro que ilustra la portada de mi libro – ‘Por España y por el Rey: Gálvez en América’ con la toma de Panzacola – y en donde uno tiene la impresión de que el artista fue testigo directo del acontecimiento: «He querido dejar constancia, entre otros protagonistas de la batalla, de la presencia del 2º de Voluntarios de Cataluña, con el soldado de azul con divisa amarilla que hay a la derecha, pues nosotros, los catalanes, a lo largo de la historia de España, hemos estado presentes en todas las contiendas regando con nuestra sangre los campos de batalla igual que nuestros compatriotas y muchas veces como voluntarios«.
Aprovecho esta oportunidad para agradecerle, de nuevo a Augusto Ferrer-Dalmau su autorización para incluir en mi libro cuatro de sus mejores lienzos.
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Para concluir, nos gustaría saber si estás al tanto del Museo Latino de Washington, D.C. En The Hispanic Council nos preocupa que en este museo no se represente adecuadamente el legado hispano de Estados Unidos. ¿Qué no debería faltar en un museo como este?
Creo que el conocido proverbio ‘el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones’ se ajusta bastante bien a proceso de gestación y primeros pasos dados por esta prometedora iniciativa de creación de un museo de ámbito federal que celebrara los más de 500 años de contribución hispana a los actuales Estados Unidos.
Y eso es así porque los objetivos y circunstancias que originaron este proyecto no podían ser más esperanzadores: un consenso histórico alcanzado en 2020 entre los partidos Republicano y Demócrata para la construcción de un Museo Nacional, bajo el paraguas de la Smithsonian Institution y con una generosa financiación federal, desde el que honrar las contribuciones del mundo hispano a la historia de Estados Unidos, antes incluso de que estos fuesen una república independiente.
Sin embargo, el acusado sesgo político de esta primera muestra así como las declaraciones de intenciones de los actuales rectores del museo no parecen confirmar los prometedores auspicios de presentar el papel hispano en la construcción de los EE.UU. de forma ponderada y con rigor histórico y pudiera ser que estuviéramos ante una oportunidad perdida. La citada exposición ‘Presente! A Latino History of the United States’ ofrece una visión políticamente sesgada de la historia como una única, y permanente, lucha entre opresores y oprimidos.
Y en lo que se refiere al papel de España en la construcción de los actuales EE.UU. el contenido de esta primera muestra, así como las opiniones expresadas por los responsables del museo, responden a los gastados, e injustos, tópicos de la mejor leyenda negra antiespañola. Dice Jorge Zamanillo, director del museo: ‘Independientemente de sus motivaciones, el resultado indefendible de la colonización europea fue la usurpación de tierras indígenas, el genocidio humano, tanto intencionado como no intencionado, la eliminación y sustitución cultural intencionada, y la esclavitud y servidumbre de millones de indígenas y africanos’.
Pecando de optimista quizás exista todavía la oportunidad de reconducir el proyecto a sus objetivos originales y que el museo pueda presentar, junto con otros puntos de vista pero con el rigor histórico exigible a este tipo de instituciones, la enorme aportación hispana a la construcción de ese gran país desde la segunda década del siglo XVI con la inmensa labor de exploradores y misioneros que diseñaron una gran parte del actual territorio norteamericano construyendo caminos y fundando misiones y ciudades y dejando un legado cultural visible por todas partes. Y sin olvidar el decisivo papel de España en la guerra de la independencia de las Trece Colonias. El material para este tipo de contenido es enorme.