El 2018 se inicia en EE.UU. con varios frentes políticos abiertos. En pleno año electoral, en noviembre tienen lugar las elecciones de medio término (aquellas en las que se eligen a los 435 Representantes de la Cámara y a un tercio del Senado), nos encontramos con tres asuntos que van a marcar la agenda política durante los próximos doce meses en el Congreso. 

El Presupuesto del Ejecutivo lo aprueba en EE.UU. el Legislativo, como en España. Sin embargo, hay una diferencia notable entre ambos países: si el Congreso americano no aprueba el presupuesto anual, el Gobierno Federal cierra, literalmente, toda la Administración menos algunos servicios esenciales. Desde 1976, el país ha vivido 18 «Government Shutdown«, como se conoce este hecho. El último tuvo lugar entre el 1 y el 17 de octubre de 2013, dieciséis días en los que los empleados públicos federales no trabajaron, como atestigua la carta  que el Presidente Obama les mandó informándoles de la situación. En los últimos cuarenta años, el Cierre de Gobierno más duradero fue el de la Navidad de 1995, bajo la Administración Clinton, cuando el país estuvo bajo Government Shutdown entre el 16 de diciembre de 1995 y el 6 de enero de 1996: 21 días. Esta situación puede repetirse en 2018.

A comienzos de diciembre, el Congreso aprobó un presupuesto temporal, hasta el 22 de diciembre, para evitar el cierre. Una nueva prórroga ha permitido a EE.UU. empezar el año con la Administración a pleno rendimiento, pero esta concluye el próximo viernes 19 de enero y la amenaza del cierre pende de un hilo. El principal escollo de las negociaciones está en la ley de gasto, dado que los republicanos se resisten a tocar la reforma impositiva del pasado diciembre. Los expertos anuncian movimientos entre los demócratas para conseguir otras victorias a cambio de evitar el cierre.

Otro de los asuntos que va a marcar el terreno político de 2018 en el Congreso también tiene que ver con la financiación. En este caso, los legisladores tendrán que ponerse de acuerdo sobre el techo de gasto destinado a asuntos domésticos y de defensa. Ambos partidos quieren poner fin al recorte automático que se implementa desde 2011, pero con una sutil diferencia. Si bien los republicanos pretenden aumentar el gasto militar para darle a Trump la ansiada cifra de 100 mil millones de dólares, los demócratas pretenden elevar el gasto interno (programas de vivienda, subsidio para estudiantes, asistencia laboral…) en las mismas cantidades que el de Defensa. Ambas formaciones tendrán que ceder en sus ambiciosos objetivos si quieren, realmente, aumentar el gasto en ambas materias.

Por último, y también con un marcado acento económico, en el 2018 se pone sobre la mesa la financiación para el Programa de Seguro de Salud para Niños (CHIP, por sus siglas en inglés), así como la ayuda para afectados por los desastres. En estos aspectos ambas formaciones suelen coincidir y no se espera mucho debate, aunque el ajetreo político de este año puede que pase factura a asuntos tan vitales como el CHIP, del que dependen 9 millones de niños, o las ayudas a zonas que se han sido devastadas por fenómenos como Irma,  Harvey María.