Esta semana la campaña electoral de Estados Unidos está centrada en un solo tema: la salud de los candidatos a la presidencia. Tras el episodio que sufrió la candidata demócrata Hillary Clinton en el homenaje a las víctimas del 11S en Nueva York, que le obligó a retirarse del evento por culpa de una neumonía, han saltado todas las alarmas sobre su estado de salud, su capacidad para dirigir el país y, entre otros supuestos, la posibilidad de que tenga que abandonar la campaña.
En EEUU la vida personal, historial médico incluido, de los candidatos es de dominio publico
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. Los votantes reclaman transparencia y responsabilidad política, quieren conocer los antecedentes profesionales, penales, familiares y de salud de los aspirantes a ocupar el Despacho Oval y, la falta de estos, levanta cualquier sospecha de que algo se les está ocultando. A día de hoy ni Clinton ni Donald Trump han publicado su historial médico (Trump ha prometido que lo hará en los próximos días) y sus edades (68 años Clinton y 70 Trump) se han convertido en un tema de importancia en la campaña: si Trump llegara a la Casa Blanca, sería el candidato que lo consigue con mayor edad y si lo logra Hillary sería la segunda más veterana después de Reagan, quien llegó con 69 años a su cargo.
Pero, en caso de que los problemas de salud de Hillary Clinton se compliquen, ¿qué pasaría con la candidatura? ¿Quién la reemplazaría en la fórmula presidencial?
En este supuesto caso el procedimiento sería más complejo a medida que se acerca la fecha de la elección. Primero debería de elegirse un reemplazo. Esta decisión la tomaría el Comité Nacional Demócrata. La presidenta interina, Donna Brazile, convocaría una reunión extraordinaria para designar al sustituto de Clinton. La última vez que ocurrió esto fue en 1972 cuando el elegido como candidato a vicepresidente, Thomas Eagleton, se retiró 18 días después de haber sido nominado y el Comité Nacional Demócrata lo reemplazó por Sargent Shriver, cuñado del presidente Kennedy.
Las complicaciones del proceso se desencadenarían después, cuando cada estado deba admitir los cambios en las inscripciones y boletas electorales. Si Hillary se retira ahora, este mes de septiembre, habrá varios estados en los que ya se ha iniciado el periodo de voto anticipado y se han cerrado los procedimientos administrativos para presentarse. Por tanto, cada estado sería responsable de complicar más o menos el cambio de candidato. Si Clinton abandona en octubre es probable que no dé tiempo a reimprimir todas las papeletas, por tanto, su nombre, en este caso, aparecería en la votación aunque no hay que olvidar que el sistema electoral de EEUU es indirecto y los ciudadanos (voto popular) eligen a los electores (voto electoral) que finalmente designarán al Presidente. Y en caso de cambio de candidato los electores seguirán siendo los mismos.
Para conocer más sobre el sistema electoral de EEUU y la campaña de 2016 puede descargar la Guía Práctica de las Elecciones de Estados Unidos 2016 de The Hispanic Council aquí.