Pedro Mesía de la Cerda y de los Ríos nació en Córdoba a comienzos del año 1700. Creció bajo el amparo de una familia noble, siendo su padre el II marqués de la Vega Armijo, una posición que, con el tiempo, heredaría.
Con apenas quince años, Mesía se alistó como guardia marina a la Armada española, que pertenecía a la Orden de Malta, a la que también se vinculó como caballero.
Su primera experiencia en el campo de batalla llegó dos años más tarde, en 1717, cuando participó en la conquista de Cerdeña, como integrante de la escuadra del marqués de Mary. En los años siguientes, formaría también parte de la conquista de Sicilia y las disputas por Palermo y Messina.
Libró varios enfrentamientos marítimos en las costas españolas, que le permitieron subir en el escalafón de alférez a teniente de navío. Durante los años 1726 y 1760 viajó de manera intermitente a América a bordo de diversas expediciones. Su presencia en España se debió a la participación en los conflictos hispano-berberiscos contra tropas otomanas.
En 1735 fue ascendido a capitán de fragata, lo que le permitió navegar por aguas americanas durante una década, hasta 1745. En aquel año, alcanzó por méritos el puesto de capitán de navío. Una distinción que le permitió tomar el mando del Glorioso, el navío español que, a su regreso de Veracruz y cargado de enseres de altísimo valor, se enfrentó en dos ocasiones contra navíos y fragatas británicas, que intentaron capturarlo a su paso por las Azores y cerca de Finisterre. El Glorioso, capitaneado por Mesía, logró atracar en Corcubión (A Coruña) al poco tiempo.
Cuando zarparon de Galicia hacia Cádiz, los corsarios británicos sorprendieron a los españoles. Los de Mesía no se rindieron hasta que se quedaron sin munición, certificando que la derrota del Glorioso solo sería digna. Mesía, y decenas de sus hombres, fueron heridos durante el enfrentamiento.
Los británicos hicieron prisionero a Mesía, que, cuando recuperó la libertad, fue condecorado con el aprecio real de gentilhombre y ascendido a jefe de escuadra. Un rango bajo el cual lideró, entre 1751 y 1757, una fuerza naval contra corsarios argelinos y una misión para reprimir el contrabando en el Caribe, que sucedía entre Venezuela y Colombia. En 1755, como ya era costumbre para él, fue ascendido a teniente general. Y en 1577 se le nombró miembro del Consejo Supremo de Guerra por su amplia experiencia.
Pocos años después, en 1760, fue nombrado virrey, gobernador y capitán general de Nueva Granada. Se convirtió así en el quinto virrey de este virreinato, creado en 1717 por el rey Felipe V como parte de una nueva política de control territorial desarrollada por los Borbones. Llegó a la zona a bordo del navío Castilla y ocupó el cargo el 24 de febrero de 1761.
La situación del virreinato de Nueva Granada sorprendió negativamente a Mesía. Los fenómenos sísmicos y geológicos hicieron tambalear la estabilidad de algunas zonas, pero lo que más notó fueron las consecuencias de la guerra de España contra Inglaterra, que agujereó las arcas públicas por la cantidad de recursos que absorbió.
Mesía tuvo que implementar reformas, principalmente vinculadas a la recaudación y la explotación minera, que generaron malestar en la población de Nueva Granada. Los motines y levantamientos populares, como la famosa Revuelta de los Estancos de 1765, se sucedieron en diferentes puntos del territorio. Mesía no dejó impune ninguno, para evitar mostrar debilidad, aunque en ocasiones fuera complicado revertir la situación.
El desafío de mayor calado al que se enfrentó como virrey de Nueva Granada fue el cumplimiento de la Pragmática Sanción de Carlos III, por la cual se ordenaba la expulsión de los casi 200 jesuitas presentes en el territorio. Las implicaciones prácticas eran mucho mayores de lo esperado: cierre de escuelas, universidades, parroquias, misiones y todo lo relacionado con la compañía jesuita.
Mesía, no obstante, quiso conservar el legado jesuita en Nueva Granada a través de la Real Biblioteca de Santa Fe de Bogotá (en la actualidad, la Biblioteca Nacional de Colombia).
Consciente de las deudas públicas y el poco margen de gasto en los territorios de ultramar, reinventó el sistema de correo y, a través del salitre, consiguió producir un tipo de pólvora que permitía dejar de importarla del extranjero, con el consiguiente abaratamiento de los costes.
A partir de 1765, los achaques de salud eran más comunes y a los pocos años solicitó, en varias ocasiones, ser sustituido en el cargo. La decisión tardó, pero llegó a finales de 1771, cuando las autoridades reales aceptaron su renuncia como virrey de Nueva Granada.
Ya en España, Pedro Mesía de la Cerda falleció el 1783, a la avanzada edad de 83 años, recordado por sus méritos militares y el esfuerzo realizado por evitar la decadencia económica, política y social de Nueva Granada.