Daniel Ureña, presidente de The Hispanic Council, analiza para Dircom los resultados de las elecciones presidenciales de EEUU.
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El pasado miércoles el mundo se despertó con la sorpresa de que Donald Trump había ganado las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Algunas voces habían advertido de la posible existencia del fenómeno de la “espiral del silencio” y la posibilidad de que las personas que tenían intención de votar a Trump no lo estuvieran manifestando por tratarse de la opción más controvertida socialmente. Por ello, las urnas eligieron al ganador y la esencia de la democracia se basa en el respeto a la voluntad de la mayoría. A partir de ahora, se inicia una nueva etapa en la política que estará marcada por la figura de Trump no sólo en Estados Unidos sino a nivel internacional.
Casi una semana después de la elección, los medios de comunicación y los ciudadanos de todo el mundo intentan analizar qué va a pasar en los próximos meses. El programa de Trump en algunas materias es difuso y en otras demasiado claro. Ha repetido por activa y por pasiva su intención de derogar el Obamacare – la ley de asistencia sanitaria impulsada por la Administración Obama – y sigue insistiendo en su deseo de construir un muro en la frontera sur del país con México para evitar la entrada de inmigrantes ilegales
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. Se mantiene firme en la defensa de la tenencia de armas como respeto a la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos y, en materia económica, prometió una importante bajada de impuestos.
Durante estos primeros días hemos visto a un Donald Trump mucho más moderado, con un tono presidencial y anunciando medidas que pueden aumentar su popularidad: su anuncio de que renunciará al salario de Presidente; su intención de no buscar la encarcelación de Hillary Clinton – como advirtió durante uno de los debates- y la deportación de tres millones de inmigrantes ilegales con antecedentes penales, una medida recibida con polémica en Europa, pero que ha sido bien recibida en Estados Unidos por buena parte de la sociedad.
Estados Unidos es un sistema democrático sólido con instituciones fuertes y con una separación de poderes que funciona. El Ejecutivo, con Trump a la cabeza, tiene libertad para promover, proponer y situar los temas que desee en la agenda. No obstante, su puesta en marcha efectiva dependerá en buena medida de un poder legislativo que controlará que no se toman decisiones imprudentes para el presente o futuro de Estados Unidos. No hay que olvidar que los líderes del Partido Republicano en el Congreso y Senado habían manifestado su distanciamiento con Trump y, por tanto, aunque las relaciones parecen haber mejorado en los últimos días, funcionarán como contrapeso.
El tiempo nos dirá si el Presidente Trump es capaz de alejarse del tono empleado en la campaña y asumir el papel de liderazgo que el mundo necesita de Estados Unidos, que siga siendo un referente para la democracia y la libertad.