Durante la presencia española en Nueva España fueron muchos los elementos clave en el mantenimiento de la paz, la prosperidad económica y la defensa territorial. Entre ellos, puede destacarse el presidio. El presidio era una construcción que se disponía para vigilar la frontera de los territorios novohispanos con los adyacentes. A través de estas fortificaciones, la Corona tejió un telón defensivo a lo largo de todas sus posesiones.

En la cortina septentrional que construyeron los españoles en la zona suroeste de Norteamérica fueron varios los fuertes militares que desempeñaron un papel clave en momentos de conflicto. Entre ellos se encuentra el presidio de San Antonio de Béjar, en Texas.

El presidio de San Antonio de Béjar fue el epicentro de la defensa de la zona occidental de ese estado. El encargado de gestionar su construcción fue el español Fray Antonio de Olivares, ayudado por los indios Papaya. Finalmente, el 5 de mayo de 1718, Martín de Alarcón, gobernador español de Texas, inauguró el fuerte.

Cuatro años después se reubicó cerca de la misión de El Álamo. Por entonces, ya cobijaba a 47 soldados, según documentos de la época elaborados por el general Pedro de Rivera. Contando, además, los soldados desplegados y los familiares de cada uno, se estima que la población del presidio de San Antonio de Béjar pudo alcanzar las 200 personas.

Durante buena parte del siglo XVIII sirvió para la defensa territorial de Nueva España. Pese a que, en 1772, se decidió clausurar algunos presidios a lo largo del territorio, el de San Antonio de Béjar siguió en pie, con aproximadamente 80 soldados. Béjar se convirtió en la capital de Texas y el capitán del presidio asumió el cargo de gobernador.

A finales del siglo XVIII, el topógrafo Pedro Huizar planteó la remodelación de la construcción militar, pero nunca se llevó a cabo.

A comienzos del siglo XIX, las fuerzas españolas en el territorio se diversificaron. En 1806, las tropas del presidio se trasladaron a la antigua misión de El Álamo, que reconvirtieron en fuerte.

En 1811, Juan Bautista de las Casas inició una revuelta en la que alentaba a los soldados a rebelarse contra los oficiales españoles. Pero el ánimo duró poco y el sentimiento realista se reimpuso para luchar contra la expedición de Gutiérrez-Magee entre 1812 y 1813.

Una década después, durante la independencia de Texas, los soldados del presidio participaron de manera activa en los enfrentamientos con Erasmo Seguín como intendente al mando de San Antonio.

Entre 1835 y 1836, el presidio de San Antonio de Béjar llegaría a su fin. Durante la revolución de Texas, las tropas mexicanas llegaron a controlar el fuerte en la batalla de El Álamo, en marzo de 1836. Oficialmente, el presidio quedó inactivo a partir de junio de 1836.