El 4 de marzo de 1789 entró en vigor la Constitución de los Estados Unidos, creada en septiembre de 1787. El documento delimitaba el marco nacional de gobierno y dividió el sistema federal en tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Desde entonces, se han aprobado hasta 27 enmiendas diferentes, en una clara demostración de que el texto consensuado en el siglo XVIII no podía cubrir desafíos o necesidades posteriores.
Aunque legalmente no se definió Estados Unidos hasta la aprobación de su Carta Magna en 1789, España tenía relaciones diplomáticas con el país desde unos años antes. Por esta razón, se puede afirmar que el primer embajador español en Estados Unidos fue el bilbaíno Diego de Gardoqui, afincado en Filadelfia, la capital por aquel entonces, desde 1785 hasta 1789. Su acreditación como embajador se realizó ante el Congreso de los Estados Unidos, pues la investidura del primer presidente, George Washington, no se celebró hasta abril de 1789, con la Constitución ya en vigor.
Diego de Gardoqui, primer embajador español en Estados Unidos
Por esta razón, los primeros embajadores españoles acreditados por un presidente estadounidense fueron José Ignacio de Viar y José de Jáudenes y Nebot. Un caso peculiar porque ambos habían sido los acompañantes más cercanos de Gardoqui en Estados Unidos. El puesto de embajador iba de la mano del de encargado de negocios. Por ello, al volver temporalmente Gardoqui y Jáudenes a España en octubre de 1789, Viar asumió el puesto de encargado de negocios de manera interina.
José de Jáudenes
En febrero de 1791, no obstante, Jáudenes anunció su intención de regresar a Estados Unidos. A partir de junio de ese mismo año ejerció, de manera conjunta con Viar, el papel de encargado de negocios de Carlos IV ante George Washington. De ahí que, durante casi todo el año 1791, esté oficialmente registrado que España tuviera a dos personas como embajadores y encargados de negocios en Estados Unidos.
La ambigüedad institucional duraría poco, hasta el 1 de diciembre de 1791. En julio de 1792, Jáudenes asumió el cargo a título individual, y permaneció como embajador español en Estados Unidos hasta 1794, cuando se planteó su vuelta a España para la intendencia del ejército del reino de Mallorca.
Viar, por su parte, había logrado permanecer en Filadelfia, renunciando al cargo de cónsul general, lo que le hubiera obligado a mudarse a Charleston. Durante gran parte de 1796, reanudó sus tareas de encargado de negocio, hasta la llegada del siguiente embajador español, Carlos Martínez de Irujo y Tacón.
Con Martínez de Irujo puso fin a la inestabilidad diplomática de España en Estados Unidos, ya que se mantuvo en el país durante doce años, hasta mediados de 1807.
Carlos Martínez de Irujo y Tacón
En lo que a Viar y Jáudenes respecta, el primero se mantuvo en Filadelfia acompañando a Martínez de Irujo hasta el nombramiento de Luis de Onís, y el segundo desempeñó sus labores de intendente en Baleares, Cataluña y Extremadura, donde pasó los últimos días de su vida.