En 1779, John Adams, futuro presidente de Estados Unidos, embarcó hacia París después de ser escogido unánimemente para ir a negociar tratados de comercio y, lo más importante, la paz con Gran Bretaña. Iba acompañado de sus hijos Charles, de nueve años; John Quincy, de 12 años y también futuro presidente del país norteamericano; su secretario privado; el secretario de la delegación y de dos sirvientes. 

Apenas un par de días después de haber zarpado de Boston el 15 de noviembre de 1779, la fragata francesa, Le Sensible, atravesó un «violentísimo vendaval» que dañó el casco y abrió una vía de agua. La pesadilla de cualquier marinero navegando en el agua helada del océano Atlántico. El capitán Chevalier De Chavagne comenzó inmediatamente a bombear el agua, pero el barco poco a poco se hundía. El capitán decidió que su única oportunidad de sobrevivir sería intentar llegar al primer puerto amigo al que pudieran alcanzar. En 1779, eso significaba España

El 7 de diciembre de 1779 llegaron a Cabo Finisterre, “el punto más occidental de la Península Ibérica” y que antiguamente era considerado el fin de la tierra. Los Adams habían sobrevivido la travesía transatlántica en pleno invierno. John Quincy escribió más tarde a su madre: «Una tormenta más nos habría llevado al fondo del mar». Pero ahora el problema al que se enfrentaban era cómo llegar a París. Se encontraban atascados en territorio español sin saber qué hacer. Ponderaban si debían viajar por tierra o esperar a la fragata. 

Mientras esperaban a ver cuál era la mejor decisión, Adams fue agasajado en El Ferrol por oficiales españoles y franceses, además de pasearse por el territorio. Sus impresiones no siempre fueron buenas. En su diario escribió sobre Ferrol: «Ayer, caminé por la ciudad pero no hay nada que ver» (Diario de John Adams, 1779 diciembre. [13.] lunes, página 7). Una noche le llevaron a una ópera italiana que según él fue «un entretenimiento aburrido» (Diario de John Adams, 1779 diciembre.[9.] jueves, página 6). Pero no fue todo malo, también escribió que había desayunado chocolate español y “que responde a la fama que ha adquirido en el mundo» (Diario de John Adams, 1779 diciembre.[10.] viernes, página 7). 

Durante todo este tiempo, Adams había estado sopesando la decisión de esperar a que el barco fuera reparado en España o emprender el camino por tierra; finalmente lo venció la impaciencia y se decidió por la segunda opción. Una vez que el grupo de Adams llegó a La Coruña y se decidió el método de transporte, empezaron a planear la travesía. La ruta recomendada por los guías españoles era, de hecho, El Camino de Santiago. La comitiva de Adams lo recorrería a la inversa. En sus diarios señaló con frecuencia la pobreza del país, pero también los grandiosos paisajes que se encontró. Le impactaron especialmente los Pirineos cubiertos de nieve. También encontró en los pequeños pueblos cercanos a León a gente que bailaba alegremente «fandango» con «un par de castañuelas en la mano».

El grupo de los Adams llegó a Burgos el martes 11 de enero y se dirigió a Bilbao. Este punto, dos meses antes, habría sido su destino final tras un rápido viaje en barco desde El Ferrol o Coruña. Desde ahí partieron a San Juan de Luz, en Francia, y siguieron su camino a París. Aunque Adams ya había visitado España antes, este accidentado viaje lo llevó a conocer territorios y pueblos españoles que nunca se habría imaginado y plasmarlos en su famoso diario.