El diario La Razón publicó el 6 de noviembre una tribuna del director de The Hispanic Council, Daniel Ureña, en la que analiza el comienzo de la campaña presidencial para las elecciones de 2016 en Estados Unidos.
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Barack Obama y su partido han sufrido una dolorosa derrota. Las previsiones más pesimistas para los demócratas se han cumplido al perder la mayoría en el Senado, así como el Gobierno de varios estados importantes
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. La debacle ha sido tan aplastante que, por ejemplo, en la Cámara de Representantes los republicanos no habían obtenido una ventaja como la actual desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. En este nuevo escenario, el veterano Mitch McConnel, senador por Kentucky, será el hombre fuerte del Senado y sobre sus hombros caerá la responsabilidad del rumbo que el ahora fortalecido Partido Republicano adopte en los dos próximos años.
Una vez pasadas las elecciones, y a medida que terminen de analizarse y digerirse los resultados, comienza la carrera presidencial de 2016. El foco mediático, a partir de ahora, estará cada vez más centrado en el nuevo proceso electoral y menos en el actual inquilino de la Casa Blanca, que cuenta con un nivel de apoyo inferior al que George W. Bush tenía al final de su Presidencia. Las enormes expectativas generadas por Obama durante su campaña y al inicio de su mandato han caído en saco roto. Obama, utilizando la jerga política de Estados Unidos, es ya un «pato cojo» (lame duck, en inglés), un término que define al presidente cuando apura el último tramo de su segundo mandato y en el que su nivel de acción política es limitado.
La campaña de 2016 será una larga travesía en la que veremos nombres que irrumpirán con fuerza para después diluirse. Es una angosta y difícil marcha en la que sólo quedará uno. En el lado demócrata, los nombres que más suenan, a día de hoy, son dos: la ex secretaria de Estado Hillary Clinton y la senadora Elizabeth Warren. No obstante, otros nombres surgirán en los próximos meses. Por su parte, en el Partido Republicano son muchos más los que se podrían presentar a la nominación presidencial, pero varios parten con cierta ventaja: el ex gobernador de Florida Jeb Bush; los gobernadores de New Jersey y Winsconsin, Chris Christie y Scott Walker, y los senadores Rand Paul y Marco Rubio.
Todos ellos, de manera más o menos intensa, ya han comenzado a tantear el terreno desde hace tiempo, pero ahora comienza la batalla de verdad. Casi todos los posibles aspirantes en 2016 han arropado en las últimas semanas a los candidatos al Congreso y al Senado con más oportunidades de ganar y con desigual suerte. Hillary Clinton ha tenido una agenda electoral con más mítines que el propio presidente Obama (de quien los candidatos de su propio partido han huido); Christie y Rubio han recorrido el país apoyando a candidatos republicanos y Paul ya está trabajando en un borrador de ley que le permitiría lanzarse en 2016 de forma simultánea a senador y a presidente. Walker, por su parte, ha obtenido una importante victoria que le mete de lleno en la carrera presidencial.
No obstante, uno de los temas de los que más se hablará en los medios durante los próximos meses será la posible vuelta a la Casa Blanca de una de las dos dinastías con más historia en las últimas décadas: Bush y Clinton. Los números hablan por sí solos: en 20 de los últimos 26 años de historia ha habido un miembro de alguna de las dos familias presidiendo el país y, si Hillary o Jeb consiguieran ganar, se pasaría a 28 años de 36. Cifras que ya los equiparan a los Kennedy o a los Adams.
Hillary Clinton tiene a su favor su continua carrera política desde que fue primera dama. Las encuestas la sitúan, por gran diferencia, como la preferida entre los demócratas y las donaciones se han hecho ya efectivas aunque no sea oficial su candidatura. De hecho, el súper-PAC “Ready for Hillary” ya gasta 23.000 dólares diarios en desarrollar la infraestructura necesaria para la campaña de 2016. No obstante, el hecho de ser ahora mismo la única candidata también le supone tener dos años por delante en los que poder cometer más errores que sus adversarios.
Por su parte, Jeb Bush, además de con su apellido, cuenta con una experiencia nada despreciable de cara a su nominación, algo muy importante teniendo en cuenta que los votantes del Partido Republicano durante las primarias tienden a respetar lo que se denomina “seniority”, es decir, experiencia y prestigio en el partido. Además, su hijo, George P. Bush, de 38 años, también está de enhorabuena. Ha conseguido ganar su campaña para el puesto de Comisionado de Tierras en Texas, un puesto poco conocido pero de gran influencia y que puede darle un fuerte impulso para otros puestos de mayor relevancia y así perpetuar el clan Bush.
Quedan dos años para 2016 y aún es muy pronto para hacer apuestas. No obstante, sea quien sea el candidato que consiga primero la nominación de su partido y luego la victoria final, tendrá que hacer frente a importantes desafíos globales a los que se enfrenta no sólo el país, sino también el resto del planeta. Tanto EE UU como el resto del mundo necesitan a un líder en la Casa Blanca con visión, carácter y determinación. Por tanto, suerte a todos.