Desde los años 70, con la crisis del petróleo, el discurso político en Estados Unidos en materia energética se ha centrado en dos palabras clave: escasez e importación. Una situación que llevó a EEUU a importar el 35% del petróleo que consumía en 1973 y seguir haciéndolo hasta importar el 60% en el año 2005. Pero este escenario ha cambiado, y con él el discurso político que ahora se centra en una nueva mentalidad de mayor producción y menor importación y un nuevo lenguaje en el que la independencia energética cobra mayor protagonismo.
Según los datos ofrecidos por consultoras expertas en el sector y por medios de comunicación estadounidenses, la producción de petróleo desde 2008 se ha incrementado un 50%, mientras que la de gas natural lo ha hecho en un tercio desde 2005. Teniendo en cuenta este cambio y las proyecciones presentadas, EEUU será el mayor productor de petróleo en 2019, por delante de Arabia Saudí y Rusia, y en 2035 alcanzaría la independencia energética (que hoy en día es de en torno al 75%).
El cambio ha sido gradual, con especial impacto en los últimos 5 años. En 1970 Estados Unidos llegó a su pico de producción con 9,6 millones de barriles al día, en 2008 obtuvo su dato más bajo con 5 millones de barriles diarios y el año pasado, en 2013, esta cifra aumento a 7,74 millones de barriles por día
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Un cambio en lo niveles de producción de recursos energéticos, en parte, motivado por el empleo de una nueva técnica de extracción: el fracking. El fracking consiste en la extracción de gas natural mediante la fracturación de la roca madre (pizarras o esquistos): se perfora en vertical unos 5.000 metros y luego en horizontal otros 2.000 y 5.000 metros para inyectar agua con algunos componentes químicos que fracturen la roca para liberar todo el gas acumulado.
Una técnica muy efectiva, si bien no exenta de polémica, que, según publicó Politico a finales de 2013, podría cambiar el panorama geopolítico estadounidense en cinco aspectos:
- Empleo: la eficiencia del fracking está animando a las grandes compañías a invertir y crear nuevos pozos en zonas como Dakota del Norte y Texas, donde se están creando cientos de miles de puestos de trabajo. Según la consultora McKinsey, se crearán 1,7 millones de empleos de ahora a 2020.
- Eficiencia e independencia económica: menos dependencia de la producción exterior conlleva la independencia económica, energética y política. Estados Unidos podría dejar de “negociar” con países con los que, en algunos casos, no comparte los mismos valores.
- Petroestados: Dakota del Norte, Wyoming o Texas se convertirán en estados prósperos y solventes centrados en la producción energética. Se calcula que más de 20 estados se podrían beneficiar de esta nueva situación y será cuestión de tiempo que sus representantes en el Capitolio respalden políticas afines a estas prácticas.
- Conflicto: el fracking desde el punto de vista económico es muy eficiente pero desde el ambiental genera muchas dudas. Según los estudios preliminares contamina aguas cercanas, produce emisiones que son peligrosas para las personas, etc. Por el momento muchas empresas dedicadas a la actividad están invirtiendo en mejorar las técnicas empleadas para reducir el impacto ambiental, pero son muchos los grupos en contra de esta forma de extracción del gas natural.
- La maldición de los recursos: el economista británico Richard Auty habló ya en los años 90 de la maldición de los países ricos en recursos que, cuanta mayor riqueza generan, tienen menor crecimiento del PIB, se vuelven menos competitivos o alimentan sistemas políticos corruptos “adictos” a los ingresos derivados del petróleo. Una maldición que, de no controlarse, podría afectar a Estados Unidos en el largo plazo.