Hablamos con Álber Vázquez (Rentería, 1969) es autor de diversas novelas históricas y recientemente ha publicado su última obra: Poniente (La Esfera de los Libros). En ella el autor se embarca a bordo de la nao Victoria para narrar la gran gesta histórica que emprendieron Juan Sebastián Elcano y sus hombres, al conseguir completar la primera circunvalación al globo terráqueo
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. Un hito del que se celebran ahora sus quinientos años de historia, después de que partiera desde Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519 .
¿De dónde proviene su interés por la historia y cómo comienza la aventura (que también lo es) de escribir novela histórica?
El interés viene de siempre. La historia me interesa desde niño. Me atraía mucho imaginar mundos ajenos al mío y devoré toda clase de literatura de aventuras. Ese pálpito, esa necesidad de imaginar mundos ya inexistentes, no ha desaparecido en mí. Conservo intacto el anhelo de imaginar cómo fueron nuestros predecesores, por qué hicieron lo que hicieron, qué los impulsaba… Siempre he sido un lector voraz, un escritor incansable y el dueño de una imaginación muy calenturienta. Supongo que soy el resultado de mezclar todo eso.
Entre muchos personajes, usted ha escrito una gran novela sobre Juan de Oñate, ¿qué le llamó la atención de él?
Su carácter totalmente excesivo. Oñate recorre los actuales Estados Unidos con una soltura que hoy en día, yendo en un automóvil climatizado, la mayoría de nosotros no tendríamos. Oñate viaja a las Grandes Llanuras siguiendo un instinto que le obliga a abrir nuevas rutas, a buscar nuevas fronteras, a expandir territorios simplemente porque están ahí y él puede hacerlo. Pero es que cuando regresa de las Grandes Llanuras a su casa de Nuevo México, se embarca en un nuevo viaje a California y se baña en el Pacífico. Oñate no descansa jamás, no se agota, no se rinde. Ese carácter tan propio de los conquistadores españoles me parece grandioso.
Para quienes no lo conocen, ¿Quién es Juan de Oñate y por qué leer sobre él?
Es un conquistador español de los que llamamos tardíos. Explora incesantemente los territorios que hoy en día constituyen el sur de los Estados Unidos. A diferencia de otros procesos colonizadores, los españoles, y Oñate es una buena prueba de ello, se trasladan a lugares nuevos para poblarlos y mestizarse. El propio Oñate, que es criollo, se casa con una mestiza y tiene hijos con ella. Esta es la clave de los conquistadores: que pretenden extender su noción de la civilización en el nuevo mundo y no paran hasta lograrlo.
Sin embargo, Juan de Oñate también levanta polémicas… ¿Qué mensaje daría a esa corriente que pretende que España se disculpe por la conquista? ¿La gran estatua de Oñate puede sufrir el mismo destino que algunas de Colón en EEUU?
La primera generación de conquistadores comete excesos, qué duda cabe. En algunos casos, terribles. Pero no puede obviarse el hecho de que se trata de hombres europeos de mentalidad medieval trasladados al entorno americano. En todo momento, su interés es el de reproducir lo que han dejado atrás en España, no el de arrasar o el de exterminar. Los españoles tienen, desde el principio, interés en cultivar la tierra, en poseer ganado, en organizar la vida en una forma que ellos consideran civilizada. Llevan imprentas a América, fundan universidades, alfabetizan a los indígenas, imponen el imperio de la ley, emprenden obras civiles y construyen ciudades en las que vivir mestizándose con los originarios del lugar.
Cuando los españoles llegan a América, son muy pocos. Siempre serán muy pocos. Pero se encuentran pueblos y naciones indígenas enfrentados entre sí. De forma reiterada, los españoles se aprovechan de estas rencillas y rencores para conseguir sus objetivos. Si alguien debe disculparse con alguien, son los indígenas americanos con los propios indígenas americanos. Algo, en cualquier caso, absurdo cinco siglos más tarde.
La estatua de Oñate correrá el destino que han corrido las de Colón, no me cabe duda. Ese proceso, que me parece desquiciado, pretende reescribir la historia pasándola por el tamiz de lo actual, de nuestros juicios y prejuicios presentes, de lo políticamente correcto. Y ese tamiz no lo supera nadie, absolutamente nadie. Ni siquiera nuestra propia sociedad de hace cincuenta años. De hace treinta, de hace veinte.
Su último libro “Poniente” narra otra gran aventura como fue la Primera Circunnavegación. ¿Qué pueden encontrar los lectores en el enfoque de su novela?
A Juan Sebastián Elcano. La primera circunnavegación es una idea original y exclusiva de Elcano, aunque tradicionalmente se le ha hurtado el mérito. Yo pongo el foco en el explorador español y afirmo que es él quien tiene la idea maravillosa de dar la vuelta al mundo. Magallanes nunca lo pretendió, jamás estuvo entre sus planes. Él quería regresar a Europa rehaciendo el camino de ida.
Y aporto otra cosa, a mi juicio, importante: la narración de las aventuras. Esta historia es tan magnífica, tan extraordinaria, que continuamente me refrené al escribir, pues no se puede ser épico página tras página en un libro de más de setecientas. Les suceden cosas maravillosas y mi mérito, si tengo alguno, ha sido el de subir al lector a la cubierta de una de las naos y haberlo convertido en un navegante de excepción.
¿Tiene motivos España para sentirse orgullosa de su historia, especialmente de aquella que se dio al otro lado del Atlántico?
Absolutamente sí. España es un país con una historia grandiosa, tanto o más que otras naciones del mundo. Esa historia es, como lo son siempre las historias, un crisol de claroscuros. Sin embargo, modestamente pienso que los claros pesan mucho más que los oscuros y creo que los españoles trataron de hacer las cosas lo mejor que pudieron. Existe una forma particular de transitar a lo largo de los siglos, una forma exclusivamente española, que nos describe como lo que somos. De eso, siempre hay que sentirse orgullosos.
Para terminar, ¿próxima historia? ¿alguna pista?
Quiero ahondar más y más en la historia de América, que es vastísima y sorprendente. Y también quiero narrar historias en las que las mujeres sean las protagonistas.