A mediados de 1846, Estados Unidos y México iniciaron un conflicto bélico que vio su fin con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, el 2 de febrero de 1848. Esta guerra mexicano-estadounidense, también conocida como la intervención estadounidense en México, tuvo diferentes causas. Entre ellas, la independencia de Texas (1835-1836), la crisis interna en la política mexicana y el fácil avance con el que los estadounidenses controlaban territorios del norte de México.
El Tratado de Guadalupe Hidalgo, oficialmente conocido como Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo, consolidó la política expansiva que Estados Unidos adoptó, sobre todo, desde inicios del siglo XIX. Esta política de control territorial tuvo precedentes en la compra de Luisiana de 1803 o el Tratado de Adams-Onís de 1819, tras el cual se fijó la frontera entre Estados Unidos y el virreinato de la Nueva España.
En el caso del Tratado de Guadalupe Hidalgo, la incorporación territorial fue amplísima en favor de Estados Unidos, y por tanto en perjuicio de México, independizado en 1821. Aunque los mexicanos ejercieron una inesperada resistencia al inicio de la batalla, el poderío norteamericano recrudeció el conflicto y Estados Unidos fue capaz de imponer sus condiciones en el acuerdo, que fue rubricado el 2 de febrero de 1848 y ratificado el 30 de mayo en ambos congresos.
El Tratado de Guadalupe Hidalgo contenía un total de 24 artículos. De entre ellos, destacan el V, que fijaba la frontera entre Estados Unidos y México en los ríos Gila y Bravo. Atendiendo al mapa, más de la mitad del total del territorio mexicano pasó a ser de soberanía estadounidense. En su mayoría, territorios que, pocas décadas antes y durante siglos, estuvieron bajo control español. Así, este límite situaba automáticamente en zona estadounidense los actuales estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México, Colorado, partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma, así como Texas. Sobre este último, México se comprometía a renunciar a todo reclamo. Es decir,
El contenido del artículo IX fue determinante en el ámbito legal, pues había un núcleo poblacional grande que, tras la firma del acuerdo, vio su nacionalidad afectada. Este punto del acuerdo, junto con el VIII, permitía a los mexicanos de los territorios anexionados elegir su nacionalidad, pudiendo optar por la de Estados Unidos de forma voluntaria.
El artículo XII del Tratado de Guadalupe Hidalgo ponía precio a la masiva expansión territorial de Estados Unidos: 15 millones de dólares. Esta era la cantidad que Estados Unidos pagaría, a modo compensatorio, a México.
La ampliación territorial de Estados Unidos en la zona sur, frontera norte de México, alcanzaría otro hito a finales de 1853 con el Tratado de la Mesilla, a través del cual se compró, por apenas 10 millones de dólares, la zona más al sur de los actuales estados de Arizona y Nuevo México.
Con ambos tratados, Estados Unidos incorporó bajo su soberanía gran parte de los territorios que conformaron el virreinato de Nueva España y que, siglos antes, habían sido el escenario de las hazañas de los descubridores españoles.