Entre los grandes misioneros que exploraron el vasto territorio americano durante los siglos XVI al XIX se encuentra Silvestre Vélez de Escalante, un franciscano de origen español que exploró el suroeste de Estados Unidos a finales del siglo XVIII. Mucho de lo que conocemos de este personaje es gracias a sus diarios en los que describe sus abundantes aventuras.
En esos diarios cuenta, por ejemplo, cómo en 1776 fue comisionado junto a Fray Francisco Atanasio Domínguez y 10 soldados para establecer una buena ruta entre el presidio de Santa Fe (actual Nuevo México) y Monterrey, en el norte de California. Además, se les encomendó comprobar el estado de las misiones fundadas por los Jesuitas, que habían sido expulsados de todo el territorio español en 1772 por Carlos III. Algunos de los parajes que recorrieron formaban parte del denominado Old Spanish Trail, o Viejo Sendero Español, que atraviesa el desierto de Mojave, el más seco de Norteamérica. Este camino se utilizaba antiguamente para unir Nuevo México con California. Esta es una de las muchas rutas abiertas por los españoles en Estados Unidos.
Aunque no cumplieron su objetivo, los monjes recorrieron muchas zonas que les llevaron por el sur de Colorado hasta bordear la parte oriental del Gran Cañón y las zonas desérticas de Nuevo México. También, la expedición recorrió territorios de los actuales estados de Utah y Arizona. En el camino tuvieron contacto, entre otros, con indios yuta, comanches, lagunas, cosninas, timpanogos y barbones. Su actuación entre los indígenas es conocida sobre todo por sus escritos, en los que le presta mucha más atención a su labor descubridora que a la directamente misional. Como muestra excepcional de esta última, valga el siguiente pasaje del 24 de noviembre de 1776 referente a los indios timpanogos: “Aquí hallamos la nación más dócil y más afable de cuantas se ha tenido noticia por estas partes. Anunciamos el evangelio con tan feliz suceso que quedan esperando españoles y religiosos para cristianarse habiéndoseles propuesto el modo en que habían de vivir siendo cristianos”.
Durante la expedición, el soldado y cartógrafo Bernardo Miera y Pacheco, dibujó un mapa detallado de las zonas que recorrieron. Posteriormente, sería muy utilizado, entre otros, por el explorador y naturalista Alejandro Humboldt, que lo incluyó en sus obras. El legado del padre Escalante en la zona se compone hoy por innumerables calles e institutos que llevan su nombre, un parque nacional y un río llamado Escalante. Por una carta suya consta que el 1 de noviembre de 1779 aún seguía soñando con su labor exploradora, pero se desconoce cuándo, dónde y cómo falleció.