En 1784 George Washington recibió un regalo del rey Carlos III, pero a diferencia de los regalos que se pueden envolver, este tenía cuatro patas y dos orejas largas. Así es. El rey había enviado un burro zamorano al general Washington como obsequio tras enterarse de que el líder estadounidense había anhelado tener uno de estos animales desde hacía un tiempo.  

Washington había hecho varios intentos de comprar un burro español, ya que tenían fama internacional de ser los mejores de su especie. Su intención era cruzar un burro con sus yeguas para producir un híbrido: la mula. Su primer intento de conseguir uno de estos animales se llevó a cabo en plena Guerra de la Independencia a través de Juan de Miralles, un agente español, pero murió cuando fue a visitar a Washington en Morristown. Todos sus consiguientes intentos fallaron y poco a poco el líder estadounidense se fue dando por vencido.

Raúl Miguel Barroso, El regal de Carlos III a George Washington (2019).

Así las cosas, cuando Washington ya había dejado su puesto en el Ejército Continental y se había retirado a su plantación, una compañía privada consiguió cumplir su deseo. Sin embargo, se enfrentaban a un gran problema, ya que exportar ganado desde España sin el consentimiento del rey estaba prohibido. A pesar de todo, uno de los socios de la empresa exportadora consiguió llegar hasta el secretario de Estado español, el conde de Floridablanca, y logró el necesario permiso. Al darse cuenta de la notoriedad de la persona a la que se iba a hacer esta concesión, el rey obsequió al antiguo general dos de los mejores burros españoles de pura raza para asegurarse de que por lo menos uno llegara al otro lado del Atlántico. Los burros fueron comprados en un pueblo cerca de la ciudad de Zamora y llevados a Bilbao en fechas distintas.

Aunque uno de los animales no sobrevivió la travesía transatlántica, el otro llegó a Gloucester (Massachusetts) el 26 de septiembre de 1785. Washington recibió el regalo con gran entusiasmo y nombró a su burro Royal Gift. El animal fue una sensación en el país durante toda su vida. Al morir, dejó una huella genética a través de sus descendientes que perduró durante generaciones. 

Aunque a primera vista parezca simplemente un gesto amable de Carlos III, de hecho se produjo en un momento crucial de la relación entre la nueva Confederación de Estados Unidos y el Imperio español. En ese punto, España y Reino Unido eran vecinos en paz después de que el primero le declarara la guerra al segundo durante la revolución americana y los intereses españoles y americanos no siempre se alineaban. El regalo de Carlos III a Washington estaba destinado en parte a cimentar la amistad entre las dos naciones. Royal Gift fue el burro más famoso de la historia de Estados Unidos y su legado continúa hasta el día de hoy.