The Hispanic Council refuerza su Consejo Asesor con la incorporación de la historiadora María Saavedra, la entrevistamos para valorar el papel de España en América.
María Saavedra es Doctora en Historia de América por la Universidad Complutense (1998) y actualmente dirige los grados de Historia e Historia del Arte en la Universidad CEU San Pablo (Madrid). Desde hace años centra su actividad como investigadora y escritora en temas vinculados con las poblaciones indígenas de América, así como en la historia de las ideas americanas. Forma parte de la Sociedad Rodoniana, dedicada a los estudios sobre el escritor uruguayo José Enrique Rodó. Además, ha realizado estancias de investigación en universidades americanas como la Universidad Católica Sedes Sapientiae (Lima), La Universidad de Montevideo, la Universidad Católica de Argentina, o el Instituto Riva Agüero (Perú).
En 2018 obtuvo el Premio de Investigación Rafael Altamira, de la Universidad Complutense, por su trabajo “El alma española en el pensamiento y los escritos de José Enrique Rodó”. Anteriormente había sido galardonada con el Premio Fundación Caballeros de Yuste (2017), y con el Premio a la Investigación Ángel Herrera (2012). Ha formado parte del jurado del Premio Bartolomé de las Casas, y colabora como conferenciante entre otras instituciones con la Casa de América y el Instituto de Historia y Cultura Militar.
Como especialista en historia de América, ¿los españoles tenemos motivos para sentirnos orgullosos de nuestra historia?
Querría empezar diciendo que los españoles, en primer lugar, debemos hacer un esfuerzo por conocer nuestra historia tal como fue, no en versiones sesgadas o ideológicas que en determinados momentos han tenido gran difusión.
España, en el siglo XV, con unos medios precarios, y un estado que aún estaba consolidándose desde el punto de vista jurídico y político, emprendió un proyecto de conquista, colonización y evangelización, cuyas consecuencias transformaron el conocimiento que hasta entonces se tenía del mundo y de sus habitantes. Durante tres siglos, gran parte del continente americano se fue integrando en la monarquía hispánica, con todas sus virtudes y sus defectos. Lo que había comenzado como un viaje de descubrimiento de una nueva ruta hacia oriente, se fue transformando paulatinamente en un proceso de “europeización” del Nuevo Mundo. Ese proceso lógicamente fue considerado por sus impulsores la mejor manera de colonizar, ya que trasladaban a América los logros acumulados a lo largo de siglos: desde las civilizaciones griega y romana, bañadas por el cristianismo, pasando por el mundo medieval constructor de las universidades, hasta llegar al apogeo del humanismo renacentista. Lo que Europa había logrado en el devenir de más de 2000 años se implantaba en América en unas décadas: colegios, universidades, catedrales, hospitales, redes de ciudades… fueron cubriendo con rapidez el tejido americano.
¿Qué particularidades diría que tuvo el proceso de colonización español con respecto a otras potencias?
Algo que no se ha dado en otros procesos de colonización es la profunda autocrítica que muy temprano se hizo desde España. Obviamente, no todo fueron aciertos, y a pesar de que los reyes dejaron muy claro desde el primer momento que los habitantes de América serían vasallos libres de la corona castellana, las actuaciones particulares en ocasiones adolecían de violencia, brutalidad y comportamientos abusivos. Esta realidad generó numerosas críticas por parte de personas e instituciones afincadas en Indias, y, lo que es más importante, se respondía oficialmente con una legislación protectora del indígena, considerado el sujeto más vulnerable en ese mundo que se estaba construyendo.
¿Por qué en nuestro propio país muchos hitos de nuestros antepasados no son valorados?
Una característica del español es la tendencia a la baja autoestima como nación. Sin embargo, últimamente percibo un mayor interés por conocer la propia historia; y en la medida que se conoce la realidad histórica, sin prejuicios ni estereotipos, es imposible no valorar positivamente muchas actuaciones de nuestros antepasados. Conmemoraciones que han rescatado figuras como la de Bernardo de Gálvez o Blas de Lezo han contribuido a mejorar esa autoestima nacional. Y si pensamos en los siglos de la Edad Moderna, nos damos cuenta de que España fue la gran nación europea del momento, lo que lógicamente le granjeó enemigos que construyeron un potente relato antiespañol… que muchos españoles se han creído. Frente a ese relato hay que situar la Historia, con mayúsculas. Y nos encontramos entonces con una nación que unificó el continente americano, dándole un idioma y una cultura. Además, a la vez que se hispanizaba aquel continente, y mientras los temidos tercios aseguraban nuestras fronteras en Europa, España contribuía a un desarrollo espectacular de la ciencia y la cultura. Nuestro Siglo de Oro, con extraordinarias realizaciones en todos los ámbitos de las artes y las letras, los aportes al conocimiento geográfico y científico, la ejecución de la primera vuelta al mundo, que demostraba empíricamente la esfericidad de la tierra… Creo que son motivos más que suficientes para valorar nuestro pasado.
Retiradas de estatuas, eliminación de conmemoraciones… Hay una corriente que se centra en revisar y criticar la herencia española en muchos países con intención de eliminarla. ¿Qué intereses puede haber tras esa corriente? ¿Está la Leyenda Negra más presente que nunca?
Todo eso es consecuencia de ese relato que venimos mencionando. La Leyenda Negra existe, y está muy presente; su éxito radica en que no construye una burda mentira, sino que cuenta de manera muy sesgada una parte de verdad, haciendo de esta manera más creíble el relato. Es muy claro el ejemplo de la retirada de estatuas como las de Colón o Fray Junípero Serra, impulsadas por algunas instancias de la sociedad estadounidense. Se habla de genocidio, de exterminio de comunidades indígenas, y se busca un culpable: remontándose al origen de la presencia europea en América, resulta que el chivo expiatorio es Colón. Al analizar este razonamiento, vemos su debilidad. En el Norte de América hubo exterminio de comunidades indígenas, es cierto; Colón fue el primer europeo que llegó a América (y volvió para contarlo), también es cierto. Pero en la lógica de esa argumentación, se ha perdido de vista un dato fundamental: que la actuación de Cristóbal Colón no tuvo nada que ver con las llamadas “guerras indias” del siglo XIX, en las que los descendientes de los fundadores de las Trece Colonias británicas ampliaron su nación (los Estados Unidos) a costa de la desaparición de las comunidades indígenas. Para ser rigurosos, basta con mirar las dos Américas: la de origen anglosajón, con reducidas comunidades indias marginales, y la de origen español, mestiza y con amplia representación de descendientes de los primeros habitantes.
¿Qué nos depara el futuro? ¿Qué echa de menos a la hora de difundir la historia de España en América y en EEUU en particular?
Yo miro al futuro con esperanza. Creo que esas actuaciones hacen mucho ruido, pero no son mayoritarias. De hecho, cada vez que alguien levanta su voz contra un personaje o un suceso de la historia de España, y lo manipula con fines ideológicos, nos ofrece a los historiadores la oportunidad de explicar con rigor los hechos, como fueron, y analizándolos en un determinado contexto histórico. Afortunadamente, porque España tiene una rica historia, no faltan hispanistas de otras naciones que responden a esos incidentes tratando con serenidad y rigor los hechos. Precisamente fue un estadounidense, Philip W. Powell, quien en su obra The tree of hate, desenmascaró muchas de las mentiras que se ocultan tras la Leyenda Negra. Creo que estamos ante un reto apasionante, que pasa por impulsar el diálogo entre el mundo académico estadounidense y español. A la larga, ese mismo diálogo se desarrollará en distintos foros, de tal manera que, en diversos sectores de las sociedades americanas y española, surgirá un fructífero intercambio de ideas que no puede sino acercarnos, y generar interés por conocer la auténtica dimensión de nuestra historia común.
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