José Ignacio de Viar y José de Jáudenes: los dos primeros embajadores españoles acreditados ante un presidente de EE.UU.
El 4 de marzo de 1789 entró en vigor la Constitución de los Estados Unidos, creada en septiembre de 1787. El documento delimitaba el marco nacional de gobierno y dividió el sistema federal en tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Desde entonces, se han aprobado hasta 27 enmiendas diferentes, en una clara demostración de que el texto consensuado en el siglo XVIII no podía cubrir desafíos o necesidades posteriores.
Aunque legalmente no se definió Estados Unidos hasta la aprobación de su Carta Magna en 1789, España tenía relaciones diplomáticas con el país desde unos años antes. Por esta razón, se puede afirmar que el primer embajador español en Estados Unidos fue el bilbaíno Diego de Gardoqui, afincado en Filadelfia, la capital por aquel entonces, desde 1785 hasta 1789. Su acreditación como embajador se realizó ante el Congreso de los Estados Unidos, pues la investidura del primer presidente, George Washington, no se celebró hasta abril de 1789, con la Constitución ya en vigor.
Diego de Gardoqui, primer embajador español en Estados Unidos
Por esta razón, los primeros embajadores españoles acreditados por un presidente estadounidense fueron José Ignacio de Viar y José de Jáudenes y Nebot. Un caso peculiar porque ambos habían sido los acompañantes más cercanos de Gardoqui en Estados Unidos. El puesto de embajador iba de la mano del de encargado de negocios. Por ello, al volver temporalmente Gardoqui y Jáudenes a España en octubre de 1789, Viar asumió el puesto de encargado de negocios de manera interina.
José de Jáudenes
En febrero de 1791, no obstante, Jáudenes anunció su intención de regresar a Estados Unidos. A partir de junio de ese mismo año ejerció, de manera conjunta con Viar, el papel de encargado de negocios de Carlos IV ante George Washington. De ahí que, durante casi todo el año 1791, esté oficialmente registrado que España tuviera a dos personas como embajadores y encargados de negocios en Estados Unidos.
La ambigüedad institucional duraría poco, hasta el 1 de diciembre de 1791. En julio de 1792, Jáudenes asumió el cargo a título individual, y permaneció como embajador español en Estados Unidos hasta 1794, cuando se planteó su vuelta a España para la intendencia del ejército del reino de Mallorca.
Viar, por su parte, había logrado permanecer en Filadelfia, renunciando al cargo de cónsul general, lo que le hubiera obligado a mudarse a Charleston. Durante gran parte de 1796, reanudó sus tareas de encargado de negocio, hasta la llegada del siguiente embajador español, Carlos Martínez de Irujo y Tacón.
Con Martínez de Irujo puso fin a la inestabilidad diplomática de España en Estados Unidos, ya que se mantuvo en el país durante doce años, hasta mediados de 1807.
Carlos Martínez de Irujo y Tacón
En lo que a Viar y Jáudenes respecta, el primero se mantuvo en Filadelfia acompañando a Martínez de Irujo hasta el nombramiento de Luis de Onís, y el segundo desempeñó sus labores de intendente en Baleares, Cataluña y Extremadura, donde pasó los últimos días de su vida.
Vídeo de la presentación de “EL NORTE. La epopeya olvidada de la Norteamérica hispana”
The Hispanic Council ha presentado EL NORTE. La epopeya olvidada de la Norteamérica hispana, de la doctorada en Historia Carrie Gibson.
A lo largo de la conversación, la autora del libro e historiadora americana explicó los aspectos fundamentales de su investigación. Según apuntó, el libro tiene como objeto demostrar que la historia de Estados Unidos está vinculada a la presencia española en el territorio desde finales del siglo XV, “pese a los intentos de despreciar el legado hispano en Norteamérica durante siglos”.
Gibson trazó las diferencias que animaron primero a españoles, luego a ingleses y franceses, a cruzar el Atlántico. Además, comentó el entramado terminológico actual en torno al concepto de ‘hispano’ en Estados Unidos y mostró su visión sobre el revisionismo histórico que sufre el legado hispano en Norteamérica.
EL NORTE es una auténtica investigación histórica en la que su autora recopila, minuciosa y fielmente, los hitos que configuran la historia de Norteamérica desde 1492 hasta la actualidad. Entrelaza, ayudándose en ocasiones de su experiencia personal durante la investigación, los sucesos que configuraron la identidad de Carolina del Sur, Florida, México, Misuri, Canadá, Luisiana, Texas, Nueva York o California.
El webinar completo está disponible en el canal de YouTube de The Hispanic Council en este enlace.
Beato Sebastián de Aparicio, el franciscano beatificado por su labor misionera en Nueva España
Sebastián de Aparicio Prado nació en Orense (España) en 1502. Hijo de una familia de campesinos, su infancia estuvo marcada por el trabajo, el campo y la labor agrícola de las familias gallegas de la época.
Apenas tuvo la oportunidad de ir al colegio, por lo que no era capaz de leer ni de escribir. Desde muy joven se empleó en ayudar a su familia, a través de la cual se inició en su camino espiritual, que más tarde le llevaría a ser franciscano.
Atravesada ya la adolescencia, Aparicio abandonó Galicia para buscarse la vida por España. Llegó a Salamanca como criado para después recorrer Extremadura en trabajos temporales. Finalmente, llegó a Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, donde sirvió durante siete años en la casa de un labrador.
Sanlúcar de Barrameda era, por aquel entonces, uno de los pocos puntos de la península, si no el único, de los que partían las expediciones hacia América. El tránsito de personas en la ciudad y su espíritu aventurero le llevaron a cruzar el Atlántico en el año 1533.
Aparicio desembarcó en el puerto de Veracruz ese mismo año, como un viajero más que se adentraba en el territorio de Nueva España, dentro del marco de la Real Cédula de febrero de 1533. Al poco de llegar, puso rumbo a Puebla de los Ángeles, una pequeña villa situada entre México y Veracruz, en la que habían recalado varios inmigrantes europeos.
En Puebla, Aparicio descubrió la enorme presencia de ganado salvaje que, si conseguían domarlo, podría agilizar el transporte de mercancías. Además, sorprendido por que algo tan útil como las carretas no hubieran llegado a Nueva España, Aparicio se hizo popular al invertir, junto a un carpintero, en la producción de carretas para transportar trigo, maíz, leña y demás materiales indispensables para el día a día.
El pragmatismo de Aparicio, adquirido desde joven en el campo español, fue lo que impulsó la construcción de caminos transitables entre ciudades próximas, favoreciendo así la interconexión territorial. Viajó por Zacatecas hasta ciudad de México, abriendo camino a su paso con la ayuda de los indígenas allí presentes.
En 1552, dos décadas después de llegar a Nueva España, Aparicio vendió todos sus utensilios, sus carretas y materiales por una cantidad suficientemente grande como para comprar tierras. Volvió así a las raíces familiares de la agricultura y la ganadería. Con los años, y principalmente fruto de su iniciativa en Nueva España, se hizo conocido entre las gentes de ciudad de México.
Contrajo matrimonio en dos ocasiones, aunque de ninguna devino descendencia. Primero, con la hija de un amigo, que falleció al año de casarse, y, después, con María Esteban, años más joven que él, a la que un accidente arrebató su joven vida.
Después de enviudar por partida doble, Aparicio se adentró en la senda de la vida religiosa. Apodado como «Aparicio El Rico», cedió todas sus posesiones, valoradas en poco más de 20.000 pesos, a las clarisas. Desde entonces, solicitó, convencido, vestir de franciscano.
La orden dio luz verde a su incorporación el 9 de junio de 1574. A la edad de 72 años, Aparicio fue aceptado como novicio franciscano y destinado al convento de San Francisco, en ciudad de México.
Un año después, el 13 de junio de 1575, hizo los votos y entró como fraile en la Orden Franciscana. Desde entonces, se le conoció como Fray Sebastián de Aparicio.
Su primer destino fue el convento de Santiago de Tecali, muy próximo a Puebla de los Ángeles, donde se le encomendó la misión de limosnero, lo que le permitió recorrer muchas ciudades de la zona en busca de donaciones para el mantenimiento de la orden.
Allí vivió los últimos quince años de su vida, entregado y servicial, como siempre había demostrado ser, a la misión franciscana en Nueva España.
El 25 de febrero del año 1600, un mes después de cumplir los 98 años, murió acompañado de algunos religiosos de la orden. Se cree que su entierro en Puebla de los Ángeles fue multitudinario.
Los fieles de la época señalaron que Fray Sebastián de Aparicio reunía todas las características para ser nombrado santo. Más de siglo y medio después, el Papa Pío VI certifica su beatificación, el 17 de mayo de 1789.
Pedro Mesía de la Cerda, el quinto virrey de Nueva Granada
Pedro Mesía de la Cerda y de los Ríos nació en Córdoba a comienzos del año 1700. Creció bajo el amparo de una familia noble, siendo su padre el II marqués de la Vega Armijo, una posición que, con el tiempo, heredaría.
Con apenas quince años, Mesía se alistó como guardia marina a la Armada española, que pertenecía a la Orden de Malta, a la que también se vinculó como caballero.
Su primera experiencia en el campo de batalla llegó dos años más tarde, en 1717, cuando participó en la conquista de Cerdeña, como integrante de la escuadra del marqués de Mary. En los años siguientes, formaría también parte de la conquista de Sicilia y las disputas por Palermo y Messina.
Libró varios enfrentamientos marítimos en las costas españolas, que le permitieron subir en el escalafón de alférez a teniente de navío. Durante los años 1726 y 1760 viajó de manera intermitente a América a bordo de diversas expediciones. Su presencia en España se debió a la participación en los conflictos hispano-berberiscos contra tropas otomanas.
En 1735 fue ascendido a capitán de fragata, lo que le permitió navegar por aguas americanas durante una década, hasta 1745. En aquel año, alcanzó por méritos el puesto de capitán de navío. Una distinción que le permitió tomar el mando del Glorioso, el navío español que, a su regreso de Veracruz y cargado de enseres de altísimo valor, se enfrentó en dos ocasiones contra navíos y fragatas británicas, que intentaron capturarlo a su paso por las Azores y cerca de Finisterre. El Glorioso, capitaneado por Mesía, logró atracar en Corcubión (A Coruña) al poco tiempo.
Cuando zarparon de Galicia hacia Cádiz, los corsarios británicos sorprendieron a los españoles. Los de Mesía no se rindieron hasta que se quedaron sin munición, certificando que la derrota del Glorioso solo sería digna. Mesía, y decenas de sus hombres, fueron heridos durante el enfrentamiento.
Los británicos hicieron prisionero a Mesía, que, cuando recuperó la libertad, fue condecorado con el aprecio real de gentilhombre y ascendido a jefe de escuadra. Un rango bajo el cual lideró, entre 1751 y 1757, una fuerza naval contra corsarios argelinos y una misión para reprimir el contrabando en el Caribe, que sucedía entre Venezuela y Colombia. En 1755, como ya era costumbre para él, fue ascendido a teniente general. Y en 1577 se le nombró miembro del Consejo Supremo de Guerra por su amplia experiencia.
Pocos años después, en 1760, fue nombrado virrey, gobernador y capitán general de Nueva Granada. Se convirtió así en el quinto virrey de este virreinato, creado en 1717 por el rey Felipe V como parte de una nueva política de control territorial desarrollada por los Borbones. Llegó a la zona a bordo del navío Castilla y ocupó el cargo el 24 de febrero de 1761.
La situación del virreinato de Nueva Granada sorprendió negativamente a Mesía. Los fenómenos sísmicos y geológicos hicieron tambalear la estabilidad de algunas zonas, pero lo que más notó fueron las consecuencias de la guerra de España contra Inglaterra, que agujereó las arcas públicas por la cantidad de recursos que absorbió.
Mesía tuvo que implementar reformas, principalmente vinculadas a la recaudación y la explotación minera, que generaron malestar en la población de Nueva Granada. Los motines y levantamientos populares, como la famosa Revuelta de los Estancos de 1765, se sucedieron en diferentes puntos del territorio. Mesía no dejó impune ninguno, para evitar mostrar debilidad, aunque en ocasiones fuera complicado revertir la situación.
El desafío de mayor calado al que se enfrentó como virrey de Nueva Granada fue el cumplimiento de la Pragmática Sanción de Carlos III, por la cual se ordenaba la expulsión de los casi 200 jesuitas presentes en el territorio. Las implicaciones prácticas eran mucho mayores de lo esperado: cierre de escuelas, universidades, parroquias, misiones y todo lo relacionado con la compañía jesuita.
Mesía, no obstante, quiso conservar el legado jesuita en Nueva Granada a través de la Real Biblioteca de Santa Fe de Bogotá (en la actualidad, la Biblioteca Nacional de Colombia).
Consciente de las deudas públicas y el poco margen de gasto en los territorios de ultramar, reinventó el sistema de correo y, a través del salitre, consiguió producir un tipo de pólvora que permitía dejar de importarla del extranjero, con el consiguiente abaratamiento de los costes.
A partir de 1765, los achaques de salud eran más comunes y a los pocos años solicitó, en varias ocasiones, ser sustituido en el cargo. La decisión tardó, pero llegó a finales de 1771, cuando las autoridades reales aceptaron su renuncia como virrey de Nueva Granada.
Ya en España, Pedro Mesía de la Cerda falleció el 1783, a la avanzada edad de 83 años, recordado por sus méritos militares y el esfuerzo realizado por evitar la decadencia económica, política y social de Nueva Granada.
Pablo García, nuevo coordinador de The Hispanic Council
The Hispanic Council refuerza su equipo con la incorporación de Pablo García como nuevo coordinador. Desde esta posición, Pablo se encargará de gestionar la comunicación, la relación con los socios y entidades colaboradoras y la organización de las actividades de difusión.
Pablo es graduado en Periodismo y Relaciones Internacionales por la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid). Ha trabajado en el ámbito de la comunicación corporativa en Global Alumni y, como periodista, en OndaCero. Durante los últimos dos años ha dirigido el podcast The Political Room, dedicado al análisis internacional.
“Estamos muy contentos con la llegada de Pablo al equipo de The Hispanic Council. No tenemos duda de que potenciará la institución para seguir siendo una referencia en la divulgación histórica de la herencia cultural hispana en Estados Unidos”, concluyó Daniel Ureña, presidente de The Hispanic Council.
Presentación del libro “El Norte. La epopeya olvidada de la Norteamérica hispana”
El próximo jueves, 24 de febrero, a las 19:30 horas (Madrid), The Hispanic Council organizará un webinar de presentación del libro EL NORTE. La epopeya olvidada de la Norteamérica hispana, de la doctorada en Historia Carrie Gibson y publicado en España por la editorial Edaf. El acto contará con la participación de la autora.
The New York Times ha definido esta obra como “el libro que anglos e hispanos deberían leer para entender su papel en Norteamérica”.
El libro relata la historia de la Norteamérica hispana, desde el desembarco inicial de Ponce de León en Florida en 1513, pasando por la toma de control del vasto territorio de la Luisiana por parte de España en 1762, o la guerra mexicano‐estadounidense de 1846, hasta llegar a la reciente tragedia de Puerto Rico tras el huracán María, o la persistente tensión fronteriza con México.
Entre todos los asistentes, se sortearán algunos ejemplares del libro, gracias a la colaboración de la Editorial Edaf. Los seleccionados se anunciarán el viernes, 25 de febrero, a las 12:00 horas (Madrid).
Todos los interesados pueden inscribirse aquí.
Bernal Díaz del Castillo, el autor de "Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España"
Según los historiadores, el conquistador y cronista español, Bernal Díaz del Castillo, nació en Medina del Campo (Valladolid) entre finales de 1495 y principios de 1496. Durante su adolescencia, no fue demasiado provechoso en los estudios, aunque sí tuvo consciencia del don que tenía para la prosa y las armas. Ambas pasiones se fusionaron en sus lecturas, y sus crónicas daban buena muestra de su afán por las novelas de caballerías y los personajes clásicos de guerras históricas.
Gracias a su obra magna Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo ha pasado como uno de los exploradores y conquistadores españoles de América más importantes. El volumen ha permitido, además conocer con exhaustivo detalle su historia, la de sus acompañantes y la realidad que se encontraron al otro lado del Atlántico en el siglo XVI.
A punto de cumplir 20 años, en 1514, su espíritu aventurero y su formación militar le impulsaron rumbo hacia América. Los indicios históricos más coherentes apuntan que la primera expedición a la que se sumó fue la de Pedro Arias Dávila, un año antes nombrado primer gobernador de Castilla del Oro.
De la conocida como Tierra Firme, Bernal Díaz del Castillo zarpó hacia Cuba, donde gobernaba Diego Velázquez de Cuéllar. Hasta 1519, participó en sendas expediciones, encabezadas por Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva.
Ya en 1519 tuvo la opción de embarcar en la que sería su tercera expedición en América. Entre los alistados, figuraba el nombre de Hernán Cortés, que resultó elegido capitán. La sabida cercanía de Díaz del Castillo con el líder de la conquista de México provocó, siglos después, que algunos detractores de su obra, como el caso de Christian Duverger en 2013, atribuyesen la autoría a Cortés.
Con Cortés al mando, los españoles fundaron, en abril de 1519, Villa de la Vera Cruz, una de las primeras ciudades de América continental fundada por europeos. La expedición culminó con la conquista de México y la caída del imperio azteca. De Moctezuma, Díaz del Castillo llegó a escribir, admirado: «(…) todos estos señores, ni por pensamiento le miraban a la cara, sino los ojos bajos e con mucho acato».
Con los años, su experiencia, sus contactos y sus viajes a España para dar cuenta de sus crónicas, le permitieron obtener cédulas reales, beneficios familiares y encomiendas en los pueblos guatemaltecos de Sacatepéquez, Joanagazapa y Mistlán. Guatemala sería, desde 1541 hasta su muerte, su lugar de residencia. Allí convivió con Angelina, de origen indio y madre de su primer hijo, antes de contraer matrimonio con Teresa Becerra. Esta trajo al mundo a un total de nueve hijos. De entre ellos destacaron Francisco, a quien Díaz del Castillo legó el manuscrito de su obra, y Pedro, que llegó a ocupar un puesto en la administración real en Guatemala.
Sus últimos viajes a España no estuvieron exentos de interés, pues, además de difundir la presencia española en América, quería conseguir beneficios para el matrimonio de sus hijas e influir en el reparto de encomiendas en América. A cambio, ofrecía un testimonio escrito reservado para plumas de alto nivel. Primero, como archivo de cartas dirigidas en 1552 al Emperador Carlos I de España y, a partir de 1558, envió también las misivas al rey Felipe II y a Fray Bartolomé de las Casas. Al no recibir la respuesta deseada, Díaz del Castillo empeñó sus líneas en un «memorial de guerras». En sus páginas recogió todas las hazañas de los soldados españoles, también reconoció la valentía de los indígenas en su defensa y aprovechó para presumir de su participación en, según su versión, 119 batallas.
La obra titulada Historia Verdadera de la conquista de Nueva España no está exenta de polémica. En 1568, Díaz del Castillo reconoció tener una versión final de la obra. Sin embargo, la primera copia que llegó a España fue en 1575. Y, para más incertidumbre cronológica de los historiadores, algunos insisten en que hasta 1577 continuó proporcionando datos biográficos que se incluyeron en la obra. En cualquier caso, Historia Verdadera de la conquista de Nueva España terminó siendo una obra póstuma. Bernal Díaz del Castillo falleció en Guatemala, en febrero de 1584. La edición no se publicó hasta el año 1632.
En la actualidad, tanto en Guatemala como en Medina del Campo, se conservan dos monumentos en memoria de Bernal Díaz del Castillo.
Daniel Ureña comenta una obra de Cabrera con Amigos del Museo de América
Daniel Ureña, presidente de The Hispanic Council, participó en la sección AMERICANISTAS de Amigos del Museo de América para hablar de la política de integración y mestizaje que había en América durante la presencia española en el continente y de las Leyes de Indias. Para ello, escogió el cuadro de Miguel Cabrera, parte de Pinturas de Castas, llamado De español y mestiza, castiza (1763).
https://www.youtube.com/watch?v=pRF4RyBHV9s&feature=share&fbclid=IwAR1r_OaOpIl6onndOLi72eWhqxTHNs1iX0HzFMsMJbdUYqE91KJRvT_qHt0
Ante la situación actual en la que “se está cuestionando el papel y el legado de España en América”, Ureña considera relevante reivindicar, “con sus luces y con sus sombras”, la presencia de España en América y el impulso del mestizaje por parte de España. Por ello, Ureña se decanta por esta obra de Miguel Cabrera, que considera “un símbolo de esa política española en América”, reflejada a través de una escena en la vida cotidiana de una familia mestiza.
Fue el rey Fernando el Católico quien impulsó y promovió el matrimonio mestizo, a través de la Real Cédula de 1514, por la que se generaba un marco regulatorio y legislativo que abrazaba esta realidad. Esta normativa complementó, así, a otras normas, como las Leyes de Burgos (1512) o las Leyes de Valladolid (1513), en el reconocimiento y afirmación de los derechos de las nativas.
Más adelante, el 20 de noviembre de 1542, el Rey Carlos I promulgó en Barcelona las Leyes Nuevas para la gobernación de las Indias y el buen tratamiento y conservación de los indios. Estas leyes cimentaron la voluntad que Isabel la Católica había dejado por escrito en su testamento y se había recogido en las leyes de Burgos: los pobladores de los territorios descubiertos en las Indias serían súbditos de la Corona y no esclavos.
Las grandes epidemias que han atacado a EE.UU. a lo largo de la historia
Desde el descubrimiento de América en 1492, han sido varias las enfermedades que se han llevado muchas vidas en el territorio. Hacemos un repaso de algunas de las más importantes:
VIRUELA:
Inicio: mediados s. XVIII
Es una enfermedad contagiosa que causa malestar, dolor de cabeza, fatiga y puede producir desfiguración y resultar mortal. Se caracteriza por las manchas rojas que causa.
A partir del s. XVIII, los colonos llevaron consigo la viruela a América, contagiando a la población nativa. Muchos de ellos no sobrevivieron a la enfermedad, por lo que el número de nativos americanos disminuyó catastróficamente.
La enfermedad fue erradicada en 1979, gracias a la vacunación a nivel global, uno de los logros más importantes de la medicina moderna. El médico inglés Eduard Jenner descubrió la vacuna contra la viruela, que fue repartida por América y Asia por el cirujano español Francisco Javier de Balmis, entre 1803 y 1810.
FIEBRE AMARILLA:
Inicio: 1793
Es una infección viral que se transmite a través de un tipo de mosquito. Causa fiebre, dolor de cabeza, náuseas y vómitos, además de daños en el hígado y otros órganos internos. Hoy en día se contiene gracias a la vacunación.
A finales del siglo XVIII, la fiebre amarilla apareció en el Caribe propagada por los mosquitos. Intentando escapar, un grupo de refugiados de la isla viajó a Filadelfia, que sufrió un contagio masivo. Se estima que unas 5.000 personas murieron a causa de la fiebre amarilla en Filadelfia y alrededor de 20.000 tuvieron que abandonar la ciudad. Recibió este nombre debido a la ictericia, esto es, la coloración amarillenta de la piel que produce en algunas personas que la sufren.
GRIPE ESPAÑOLA
Inicio: 1918
Es una enfermedad que causa fiebre elevada, dolor de oídos, cansancio corporal, diarreas y vómitos.
A principios del siglo XX, entre 1918 y 1920, la Gripe Española se llevó a más de 40 millones de personas en el mundo y afectó a más de 500 millones -tan solo en Estados Unidos, se cobró la vida de más de 675.000 personas-. Recibió este nombre porque España era un país neutral en la I Guerra Mundial y no censuró la información sobre esta enfermedad, a diferencia de otros países que participaban en la contienda. En 1920, se dio por concluida la epidemia, cuando la sociedad desarrolló la inmunidad global frente al virus.
VIH Y SIDA
Inicio: 1981
Es una enfermedad infecciosa de transmisión sexual que destruye el sistema inmunitario del organismo. Hoy en día, sigue sin tener una cura.
Se ha llevado a más de 25 millones de personas en todo el mundo. En la actualidad, el VIH y el SIDA son la mayor amenaza para los estadounidenses en lo que respecta a las enfermedades infecciosas.
COVID-19
Inicio: 2019
Es una enfermedad respiratoria que causa fiebre, tos, dificultad respiratoria y muchos otros síntomas que han ido cambiando en función de sus variantes.
Se ha llevado 912 mil vidas en EEUU y casi 6 millones en todo el mundo. Los casos siguen creciendo, pero, gracias a las medidas de prevención y las vacunas, la curva de contagios se ha aliviado. La fuerza con la que golpeó el coronavirus a la ciudad de Nueva York al principio de la pandemia forzó la creación de un cementerio masivo en Hart Island.