Gaspar de Portolá y Rovira nació en Os de Balaguer, Lérida, en el año 1717, y a los 14 años ingresó como cadete en el Regimiento de Dragones de Villaviciosa, donde tres años más tarde alcanzaría el grado de alférez. De ahí pasaría al Regimiento de Numancia, y a la edad de 26 años es ascendido a teniente. Su carrera en España se ve estancada y a los 47 años asciende al rango de capitán, lo que supondrá un punto de inflexión crucial en su vida ya que es destinado al Regimiento de Dragones en México donde Don José Gálvez le acabaría nombrando Gobernardor de la Baja California debido a su gran labor y sus méritos.
Es allí donde recibe un importante encargo que marcaría una de las páginas más importantes de la historia de España en Estados Unidos organizar y comandar la Santa Expedición a la Alta California, de la cual celebramos el 250 aniversario este año y que fue promovida por Carlos III. Casi dos siglos antes Rodríguez Cabrillo descubrió en 1542 la bahía de San Diego, y en 1596 el marino Sebastián Vizcaíno había recorrido la costa y trazado un minucioso mapa con todos los accidentes de la costa. Pero la lejanía y el aislamiento de California habían hecho que decayera el interés de la Corona por ocuparla. Sin embargo, las noticias de que comerciantes rusos comenzaban a descender desde el norte precipitó los acontecimientos.
Se organizó así esta expedición en la que en la parte militar fue designado como capitán Gaspar de Portolá y por otro lado, en la vertiente religiosa el escogido fue el franciscano Junípero Serra, oriundo de Petra, Mallorca.
Inicialmente, la expedición alcanzó la bahía de San Diego descubierta por Cabrillo. Allí se fundaron un presidio y una misión en 1769, que serían el germen de la actual ciudad de San Diego. Sin embargo este era tan solo el comienzo ya que la parte esencial del plan era dar el salto a la Alta California. Mientras Junípero Serra se quedó en San Diego organizando la misión, Gaspar de Portolá partió a pie para localizar la bahía de Monterrey.
Pero la expedición no encontró la supuesta bahía. Concluyeron que Vizcaíno se equivocó y que quizá la bahía se encontraba en una latitud superior, por lo que Portolá dio orden de continuar progresando hacia el norte. Allí realizaron un descubrimiento sensacional al alcanzar la extensa bahía de San Francisco. Sin embargo, comprendieron que habían remontado demasiado al norte, por lo que dieron la vuelta y costearon hacia el sur en su busca pero sin éxito. Esto llevó a Portolá a regresar a San Diego en un viaje de regreso especialmente duro.
Junípero Serra no aceptó las explicaciones de Portolá y aseguró que era preciso volver a buscar la bahía de Monterrey. La situación de la expedición era dramática ya que no contaban con provisiones, y el barco San Antonio, que había partido a Nueva España en busca de alimentos, no había regresado. Portolá acabó aceptando permanecer en San Diego unos pocos días más, tras los cuales si no llegaban los alimentos regresarían.
El último día del plazo el San Antonio apareció y se reanudó la búsqueda de Monterrey. Solo que esta vez el intento fue terrestre y marítimo: Portolá viajó por tierra y Junípero Serra lo hizo por mar. En esta ocasión localizaron facilmente la bahía de Monterrey y fundaron el Presidio y la Misión de San Carlos Borromeo. A partir de ella Fray Junípero Serra impulsó la fundación de un gran numero de misiones californianas que se levantarían a lo largo de la costa enlazadas por el Camino Real.
Cumplida con completo éxito su misión, Portolá entregó el mando al teniente Fagés e inició el regreso a la capital del virreinato mejicano. Obtiene el ascenso al grado de teniente coronel, y solicita licencia para volver a la Península, que se le concede, siendo destinado al Estado Mayor de Barcelona. Cuando no lo esperaba, se le nombra Gobernador de Puebla de los Angeles, ciudad cercana a la capital de México, desempeñando el puesto nueve años. Finalmente regresa a la Península, donde acabaría siendo nombrado teniente del rey en Lérida, y el 10 de octubre de 1786, a los 69 años le llega el momento de la muerte.
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